domingo, 8 de junio de 2014

¿Conoce ud. a Doña Realidad? Historia de un idéologo local.




Por Dolores Argentina


Luego de algunas vueltas por los conceptos teóricos y la política internacional, volvemos con este artículo a nuestro ámbito local para tratar sobre una de sus reconocidas e influyentes personalidades. Se trata de un personaje que reúne en sí las mejores y peores notas del ideólogo empedernido.
 
Según es de común conocimiento, la ideología es un sistema cerrado de ideas con una lógica interna perfecta pero que está en absoluto divorciado de la realidad. El ideólogo, en consecuencia, se caracteriza por ser el hombre que se impone a la realidad e intenta transformarla forzadamente según sus esquemas utópicos y racionalistas. La imagen más representativa de esto es, sin duda, aquello que escribió Sarmiento, ideólogo de pura cepa, parafraseando a Florencio Varela: “«Aquí está el sombrero hecho. Amóldese bien la cabeza para que entre bien en él» –dijo Florencio Varela–; pero el [argentino] infeliz le amoldó el sombrero a la cabeza por no obedecer a los grandes principios en que están montadas las buenas instituciones de la tierra”[1]. O aquello otro: “Los pueblos deben adaptarse a la forma de gobierno y no la forma de gobierno a la aptitud de los pueblos”[2]. En efecto, el ideólogo es el hombre de los principios aparatosos y los esquemas inmóviles, pero al mismo tiempo es el hombre de la absoluta falta de sentido común y de la más escaza percepción de la realidad.
En nuestro San Rafael querido podemos hacer gala de varios personajillos de este estilo. Uno de ellos es el protagonista del presente artículo: el Sr. Ricardo Ermili. Habrá escuchado hablar el lector sobre este individuo particular de nuestro entorno. En efecto, fue él quien concibió y llevó a cabo la impugnación de los actos de la Virgen del Carmen de Cuyo y del Patrón Santiago en los colegios estatales de la Provincia por medio del recurso de amparo presentado el año pasado contra la Dirección General de Escuelas (DGE). Pues bien: este sujeto ostenta una larga y nutrida historia de utopías ideológicas, mezcladas de vez en cuando con algunas incoherencias. Repasémosla.
Según lo que hemos podido averiguar, el Sr. Ermili es oriundo de la provincia de Buenos Aires. Allí cursó y aprobó los estudios de geología. Título en mano y siendo aún muy joven, migró a la localidad de Salto de las Rosas, donde estableció su residencia. De familia protestante, rápidamente destacó en su entorno por ser pastor y predicador animoso. Comenzó a trabajar en la Escuela Técnica “Manuel Belgrano” como docente en algunos espacios curriculares específicos. Si bien desde un principio llamó un poco la atención de sus colegas por su obsesión con ciertos temas y cuestiones, no obstante era un profesor más en el ámbito del colegio y su trabajo no salía de los normales avatares del oficio.
Sr. Ricardo Ermili
Empero, era un hombre ambicioso y no se conformaba con la simple tarea de un docente cualquiera. Rindió entonces el examen requerido para acceder al cargo de director y fue a parar a la Escuela “Antonio Di Benedetto” de Rama Caída. Allí, según nos contó una profesora, comenzaron los problemas. “La escuela era tranquila y sana, como toda escuela rural. Él vino a revolucionarla y a armar lío”, nos decía. Al parecer, fue entonces cuando dio sus primeros pasos de ideólogo recalcitrante intentando sembrar la lucha de clases entre alumnos y profesores. Como ya había tenido sus contactos con el marxismo, empezó a recitar con prolijidad el versito: los alumnos son oprimidos por los profesores, representantes de la oligarca y represora sociedad tradicional; los alumnos son buenos, los profes son malos; los alumnos no se equivocan, los profes siempre andan inventándoles culpas; y –sobretodo– los alumnos tienen la suerte de haber encontrado un director sensible a las penurias de los oprimidos que se jugará a muerte para defenderlos… No seguimos para no agobiar al lector. Ya se imaginará el resto del “relato”. La cuestión es que el Sr. Ermili se granjeó pronto la enemistad de los docentes, que no eran, precisamente y muy a pesar de sus esquemas, grandes terratenientes capitalistas y cómplices de la dictadura. “A él le encanta la revolución” nos decía esta profesora. “Tanto alborotó a la escuela que empezó a haber robos. Nunca había pasado. Él a todo respondía que era invento de los profesores y que había que consensuar con los alumnos. Negaba la realidad y siempre culpaba al docente”. Descripción del típico ideólogo demócrata. En una reunión, incluso, debió enfrentarse contra todo su elenco de profesores con motivo de la aplicación de amonestaciones. ¡¿Amonestaciones?! ¡Vade retro, Satana! ¡Eso es metodología del Proceso! ¡Ahora vivimos en Democracia! Por cierto que la más democrática de sus técnicas, justamente, era la de enterarse de todo lo que decían y hacían los profesores por medio de “alumnos informantes” que se lo cantaban de pe a pa...
Pero no era la revolución su única obsesión: empezó también con sus reacciones anticatólicas. Tanto marxismo, cientificismo ateo y la mar en coche le habían tumbado casi por completo sus creencias religiosas, de las cuales lo único que conservaba eran las ansias de revancha contra la Iglesia Católica. No en vano enseñaba Sacheri que quien empieza con que “todas las religiones son iguales” y que hay que “asegurar la libertad de cultos”, acaba en el ateísmo[3]… La cuestión es que el muy democrático Sr. Ermili amaneció un día con el pie izquierdo –ciertamente se cuidaba muy bien de hacerlo con el “derecho”– y decidió sacar los crucifijos de la escuela. Luego, armó un escándalo para evitar que la Virgen de San Nicolás hiciera su represora y dictatorial visita a la escuela. Y como cereza del postre, prohibió a los egresados la misa de fin de año. Una hermosura de chico. Cumplidos los dos años de andanzas y luego de haber revolucionado al alumnado contra los profesores, se fue sin pena ni gloria en busca de nuevas pendencias. Todo esto nos lo contó una profesora que trabajó con él por aquellos años.
Y así fue que volvió a Salto de las Rosas como director de la “Manuel Belgrano”. De entrada le dijeron que era un colegio difícil donde había que imponerse. Nuestro personaje tomó el consejo a rajatabla y entró poniendo reglas y derribando “privilegios”. Muy democráticamente, por supuesto. Pero esta vez el juego no le salió tan bonito: empezó hostigando a los viejos profesores de las materias técnicas, sus antiguos colegas, que eran los más queridos del colegio. “Según le habían dicho, los profesores de las materias específicas eran los más rebeldes y había que ponerlos en su lugar. Eran docentes con más de veinte años de trabajo que tenían muy buena reputación en todo el pueblo y que eran muy queridos por los alumnos”, nos contaba un profesor de la escuela. Macana… ¿y el esquema de docentes-opresores vs. alumnos-oprimidos? Al tarro por culpa de Doña Realidad. “Empezó a molestar a todos con recursos jurídicos, amenazas, panfletos, propaganda, manipulación psicológica… de todo. Varios terminaron mal después de esto”. Pero el tiro le salió por la culata –como al zurdito de los Ombuses de Falucho– y los profesores se aliaron con los padres y alumnos para sacar al “loco obsesivo” del colegio. Sentido común versus ideología patológica. “Todos tenían algún conocido en la DGE y empezaron a molestar para que lo sacaran del cargo. El que no hablaba con un secretario, llamaba al barrendero de la DGE o al que fuera para que sacaran del colegio a este tipo. No lo quería nadie”. Y fue así que el muy demócrata y amigo de los pobres Sr. Ermili fue corrido de la Escuela “Manuel Belgrano” de Salto de las Rosas por una pueblada claramente “reaccionaria”, “privilegiada” y “golpista”. Esta gente que se resiste a la revolución…
Dos años duró el suplicio y la guerra civil. Al final, fueron a juicio y lo removieron del cargo con un sumario por “mal clima institucional”, según nos contó un pajarito de la DGE. Punto a favor del gobierno de Jaque. Sin embargo, algún contacto le habrá quedado por ahí, porque a pesar del sumario encontró laburo de director en la Escuela De la Reta, cargo que desempeña hasta el día de hoy[4].
Desde ese lugar y como presidente de la APDH sanrafaelina, emprendió el año pasado su campaña contra Nuestra Señora del Carmen de Cuyo y el Patrón Santiago, historia que todos conocemos. ¿Sus razones? Las del versito: “Yo me siento humillado teniendo que rendir tributo a aquello en lo que no creo, y no solamente en lo que no creo, sino que estoy en contra, porque a mí me representa clericalismo, sometimiento, opresión, dictadura, me representa toda una moral represiva…”[5]. Versito muy democrático que se acaba, por cierto, cuando se nos vuelve en contra: Yo me resisto a que las cosas se analicen desde un punto de vista estadístico o de mayorías, la democracia tiene que ver con la voluntad de las mayorías, pero inescindiblemente con la racionalidad”. Las mayorías cuando nos convienen. ¡Qué racionalidad más caprichosa, Don Ermili! No joda, por favor, que San Rafael es chiquito y nos conocemos todos…

Asamblea Permanente de los Derechos Humanos (APDH). Ermili en el centro.



[1] D. F. Sarmiento. Obras Completas. Tomo 26, pág. 12.
[2] D. F. Sarmiento. Obras Completas. Tomo 22, pág. 54.
[3] Sacheri. El Orden Natural. Pág. 41.
[4] Alguien nos comentó, además, que a Ermili también le habrían hecho un sumario en la Di Benedetto. Nos parece menos probable, pero ciertamente es posible.

2 comentarios:

  1. Y ahora, de nuevo, volvió al ataque con lo de la entronización del Jesús de la Misericordia en Tribunales. Parece que la Misericordia no va con los Derechos Humanos o bien que no concuerda con la Justicia. Y bueno..., algún día seguramente pedirá misericordia...
    Centinela ¡investigue ese tema!

    ResponderEliminar
  2. Gracias Centinela por hacernos conocer la Verdad local de lo que sucede! muy bien investigado..

    ResponderEliminar