Por
Dolores Argentina
Luego
de algunas vueltas por los conceptos teóricos y la política internacional,
volvemos con este artículo a nuestro ámbito local para tratar sobre una de sus
reconocidas e influyentes personalidades. Se trata de un personaje que reúne en
sí las mejores y peores notas del ideólogo empedernido.
Según
es de común conocimiento, la ideología es un sistema cerrado de ideas con una
lógica interna perfecta pero que está en absoluto divorciado de la realidad. El
ideólogo, en consecuencia, se caracteriza por ser el hombre que se impone a la
realidad e intenta transformarla forzadamente según sus esquemas utópicos y
racionalistas. La imagen más representativa de esto es, sin duda, aquello que
escribió Sarmiento, ideólogo de pura cepa, parafraseando a Florencio Varela: “«Aquí está el sombrero hecho. Amóldese bien
la cabeza para que entre bien en él» –dijo Florencio Varela–; pero el
[argentino] infeliz le amoldó el sombrero a la cabeza por no obedecer a los
grandes principios en que están montadas las buenas instituciones de la tierra”[1].
O aquello otro: “Los pueblos deben
adaptarse a la forma de gobierno y no la forma de gobierno a la aptitud de los
pueblos”[2].
En efecto, el ideólogo es el hombre de los principios aparatosos y los esquemas
inmóviles, pero al mismo tiempo es el hombre de la absoluta falta de sentido
común y de la más escaza percepción de la realidad.
En
nuestro San Rafael querido podemos hacer gala de varios personajillos de este
estilo. Uno de ellos es el protagonista del presente artículo: el Sr. Ricardo
Ermili. Habrá escuchado hablar el lector sobre este individuo particular de
nuestro entorno. En efecto, fue él quien concibió y llevó a cabo la impugnación
de los actos de la Virgen del Carmen de Cuyo y del Patrón Santiago en los
colegios estatales de la Provincia por medio del recurso de amparo presentado
el año pasado contra la Dirección General de Escuelas (DGE). Pues bien: este
sujeto ostenta una larga y nutrida historia de utopías ideológicas, mezcladas
de vez en cuando con algunas incoherencias. Repasémosla.
Según
lo que hemos podido averiguar, el Sr. Ermili es oriundo de la provincia de
Buenos Aires. Allí cursó y aprobó los estudios de geología. Título en mano y
siendo aún muy joven, migró a la localidad de Salto de las Rosas, donde
estableció su residencia. De familia protestante, rápidamente destacó en su
entorno por ser pastor y predicador animoso. Comenzó a trabajar en la Escuela
Técnica “Manuel Belgrano” como docente en algunos espacios curriculares
específicos. Si bien desde un principio llamó un poco la atención de sus
colegas por su obsesión con ciertos temas y cuestiones, no obstante era un
profesor más en el ámbito del colegio y su trabajo no salía de los normales
avatares del oficio.
Sr. Ricardo Ermili |
Empero,
era un hombre ambicioso y no se conformaba con la simple tarea de un docente
cualquiera. Rindió entonces el examen requerido para acceder al cargo de director
y fue a parar a la Escuela “Antonio Di Benedetto” de Rama Caída. Allí, según
nos contó una profesora, comenzaron los problemas. “La escuela era tranquila y sana, como toda escuela rural. Él vino a
revolucionarla y a armar lío”, nos decía. Al parecer, fue entonces cuando
dio sus primeros pasos de ideólogo recalcitrante intentando sembrar la lucha de
clases entre alumnos y profesores. Como ya había tenido sus contactos con el
marxismo, empezó a recitar con prolijidad el versito: los alumnos son oprimidos
por los profesores, representantes de la oligarca y represora sociedad
tradicional; los alumnos son buenos, los profes son malos; los alumnos no se
equivocan, los profes siempre andan inventándoles culpas; y –sobretodo– los
alumnos tienen la suerte de haber encontrado un director sensible a las
penurias de los oprimidos que se jugará a muerte para defenderlos… No seguimos
para no agobiar al lector. Ya se imaginará el resto del “relato”. La cuestión
es que el Sr. Ermili se granjeó pronto la enemistad de los docentes, que no
eran, precisamente y muy a pesar de sus esquemas, grandes terratenientes
capitalistas y cómplices de la dictadura. “A
él le encanta la revolución” nos decía esta profesora. “Tanto alborotó a la escuela que empezó a haber robos. Nunca había
pasado. Él a todo respondía que era invento de los profesores y que había que
consensuar con los alumnos. Negaba la realidad y siempre culpaba al docente”.
Descripción del típico ideólogo demócrata. En una reunión, incluso, debió
enfrentarse contra todo su elenco de profesores con motivo de la aplicación de
amonestaciones. ¡¿Amonestaciones?! ¡Vade retro, Satana! ¡Eso es metodología del
Proceso! ¡Ahora vivimos en Democracia! Por cierto que la más democrática de sus
técnicas, justamente, era la de enterarse de todo lo que decían y hacían los
profesores por medio de “alumnos informantes” que se lo cantaban de pe a pa...
Pero
no era la revolución su única obsesión: empezó también con sus reacciones
anticatólicas. Tanto marxismo, cientificismo ateo y la mar en coche le habían
tumbado casi por completo sus creencias religiosas, de las cuales lo único que
conservaba eran las ansias de revancha contra la Iglesia Católica. No en vano
enseñaba Sacheri que quien empieza con que “todas las religiones son iguales” y
que hay que “asegurar la libertad de cultos”, acaba en el ateísmo[3]…
La cuestión es que el muy democrático Sr. Ermili amaneció un día con el pie
izquierdo –ciertamente se cuidaba muy bien de hacerlo con el “derecho”– y
decidió sacar los crucifijos de la escuela. Luego, armó un escándalo para
evitar que la Virgen de San Nicolás hiciera su represora y dictatorial visita a
la escuela. Y como cereza del postre, prohibió a los egresados la misa de fin
de año. Una hermosura de chico. Cumplidos los dos años de andanzas y luego de
haber revolucionado al alumnado contra los profesores, se fue sin pena ni
gloria en busca de nuevas pendencias. Todo esto nos lo contó una profesora que
trabajó con él por aquellos años.
Y
así fue que volvió a Salto de las Rosas como director de la “Manuel Belgrano”.
De entrada le dijeron que era un colegio difícil donde había que imponerse.
Nuestro personaje tomó el consejo a rajatabla y entró poniendo reglas y
derribando “privilegios”. Muy democráticamente, por supuesto. Pero esta vez el
juego no le salió tan bonito: empezó hostigando a los viejos profesores de las
materias técnicas, sus antiguos colegas, que eran los más queridos del colegio.
“Según le habían dicho, los profesores de
las materias específicas eran los más rebeldes y había que ponerlos en su
lugar. Eran docentes con más de veinte años de trabajo que tenían muy buena
reputación en todo el pueblo y que eran muy queridos por los alumnos”, nos
contaba un profesor de la escuela. Macana… ¿y el esquema de docentes-opresores
vs. alumnos-oprimidos? Al tarro por culpa de Doña Realidad. “Empezó a molestar a todos con recursos
jurídicos, amenazas, panfletos, propaganda, manipulación psicológica… de todo.
Varios terminaron mal después de esto”. Pero el tiro le salió por la culata
–como al zurdito de los Ombuses de
Falucho– y los profesores se aliaron con los padres y alumnos para sacar al
“loco obsesivo” del colegio. Sentido
común versus ideología patológica. “Todos
tenían algún conocido en la DGE y empezaron a molestar para que lo sacaran del
cargo. El que no hablaba con un secretario, llamaba al barrendero de la DGE o
al que fuera para que sacaran del colegio a este tipo. No lo quería nadie”.
Y fue así que el muy demócrata y amigo de los pobres Sr. Ermili fue corrido de
la Escuela “Manuel Belgrano” de Salto de las Rosas por una pueblada claramente
“reaccionaria”, “privilegiada” y “golpista”. Esta gente que se resiste a la
revolución…
Dos
años duró el suplicio y la guerra civil. Al final, fueron a juicio y lo
removieron del cargo con un sumario por “mal clima institucional”, según nos
contó un pajarito de la DGE. Punto a favor del gobierno de Jaque. Sin embargo,
algún contacto le habrá quedado por ahí, porque a pesar del sumario encontró
laburo de director en la Escuela De la Reta, cargo que desempeña hasta el día
de hoy[4].
Desde
ese lugar y como presidente de la APDH sanrafaelina, emprendió el año pasado su
campaña contra Nuestra Señora del Carmen de Cuyo y el Patrón Santiago, historia
que todos conocemos. ¿Sus razones? Las del versito: “Yo me siento humillado
teniendo que rendir tributo a aquello en lo que no creo, y no solamente en lo
que no creo, sino que estoy en contra, porque a mí me representa clericalismo,
sometimiento, opresión, dictadura, me representa toda una moral represiva…”[5]. Versito muy democrático que se acaba, por cierto, cuando se nos vuelve
en contra: “Yo me resisto a que las cosas se
analicen desde un punto de vista estadístico o de mayorías, la democracia tiene
que ver con la voluntad de las mayorías, pero inescindiblemente con la
racionalidad”. Las mayorías cuando nos convienen. ¡Qué
racionalidad más caprichosa, Don Ermili! No joda, por favor, que San Rafael es
chiquito y nos conocemos todos…
Asamblea Permanente de los Derechos Humanos (APDH). Ermili en el centro. |
[1] D.
F. Sarmiento. Obras Completas. Tomo 26, pág. 12.
[2] D.
F. Sarmiento. Obras Completas. Tomo 22, pág. 54.
[3]
Sacheri. El Orden Natural. Pág. 41.
[4]
Alguien nos comentó, además, que a Ermili también le habrían hecho un sumario
en la Di Benedetto. Nos parece menos probable, pero ciertamente es posible.
Y ahora, de nuevo, volvió al ataque con lo de la entronización del Jesús de la Misericordia en Tribunales. Parece que la Misericordia no va con los Derechos Humanos o bien que no concuerda con la Justicia. Y bueno..., algún día seguramente pedirá misericordia...
ResponderEliminarCentinela ¡investigue ese tema!
Gracias Centinela por hacernos conocer la Verdad local de lo que sucede! muy bien investigado..
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