por un vasallo de Nuestro Señor
Hace un tiempo atrás, más precisamente a fines
del año pasado, tomábamos conocimiento de una noticia que nos llenaba de enojo,
tristeza y hasta –hay que confesarlo- un poco de temor. Se había presentado un
proyecto para la eliminación de las imágenes religiosas de los espacios
públicos y la no utilización de nombres con contenido religioso en
establecimientos educativos o sanitarios.
No fue difícil saber quién estaba detrás. La
APDH volvía a hacer de las suyas. Ahí fue donde nos quedamos un poco más
tranquilos. No les había ido bien tratando de hacer más laica la enseñanza
pública, buscando por la vía judicial eliminar la festividad de la Virgen del
Carmen de Cuyo y del Patrón Santiago. Entonces… buscaron otra vía.
En esta ocasión querían que El Honorable
Concejo Deliberante de San Rafael aprobase este proyecto suyo, convirtiéndolo
así en ordenanza municipal.
Habiendo tomado conocimiento de esto, muchas
agrupaciones, comenzaron a moverse para no permitir que este proyecto fuese
aprobado. No costó mucho ver la adhesión masiva de la gente a nuestro ideal.
Escuchábamos frases como: “¿Por qué quieren sacar las imágenes?”, “¿No hay
otros asuntos más urgentes en que se podrían ocupar los de los derechos humanos?”.[1]
El sentido común de los sanrafaelinos afloraba
doquier. Salvo pocos casos, la tendencia era clara: ¡No queremos que saquen las
imágenes! ¡Son parte de nuestro Departamento!
Tuvimos ocasión de conocer toda esta realidad en
la juntada de firmas que se llevó a cabo durante dos fines de semana. En tan
breve tiempo, se juntaron alrededor de 7000 firmas que, posteriormente, fueron
anexadas al expediente.
Sabemos que el número no determina la realidad,
y que una cosa será buena y verdadera por sí misma y no porque la mayoría así
lo considere. Pero, este dato venía a ser uno más de los argumentos que
enrolábamos en nuestro haber.
Pero no sólo fue esto lo que se agregó al
expediente. Se incluyeron escritos de otras instituciones, para ayudar a los
concejales a la hora de decidir, para apoyar su manifestación en argumentos
históricos, culturales, sociales y jurídicos. A su vez otras instituciones
presentaban escritos respaldando el proyecto. El expediente crecía día a día.
Llegó el día
Luego de que el asesor letrado del Concejo Deliberante
elaborara un dictamen[2]
pidiendo que se rechazara el proyecto, se anunció que el día 20 de abril, el
tema sería tratado, sería incluido en el orden del día de la esa sesión.
Mucha
gente se concentró en el lugar. La bandera parecía una sola: ¡No al proyecto! O
al menos, si hubo allí gente que quisiese su aprobación, nadie lo notó.
A las 10 AM comenzaba la sesión. Pasaban temas
por el orden del día y los minutos parecían interminables hasta que se llegara
al punto que nos convocó.
Cuando se nombró el expediente acerca del
“Municipio Laico” comenzó a crecer la expectación. Eran once las personas que
tenían en sus manos algo tan delicado como dejar o no las imágenes religiosas
en su lugar. [3]
Uno de los concejales tomó la palabra,
Barandalla, y manifestó que ya los concejales lo habían previamente comentado:
por unanimidad se rechazaría el proyecto. Instintivamente brotó un caluroso
aplauso de los allí presentes. Siguieron dos breves intervenciones, una de la
concejal Cristina Da Dalt y otra del concejal Mauro Bignert, con una muy breve
fundamentación del por qué se rechazaba.
En diez minutos estaba todo dicho: San Rafael
mantendría sus imágenes y sus nombres. El Concejo Deliberante rechazaba
unánimemente el nefasto proyecto (ver decreto: http://es.slideshare.net/DebateMendoza/rechazo-municipio-laico-san-rafael-decreto-5625). Vimos con emoción el arrío de nuestra Celeste
y Blanca.
Sólo quedaba una cosa por hacer: dar gracias a
Dios, porque indudablemente era su obra. Él había ganado esta batalla. Quiso
ganarla para bien de nosotros sus hijos.
Reflexión:
Esto no es más que otra batalla en la continua
lucha que San Agustín plasmó en “De Civitate Dei”. Dos ciudades se han trabado
en una lucha hasta que las separe el juicio final: «Dos amores, pues, fundaron dos ciudades: el amor del hombre hasta el
desprecio de Dios, la terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo,
la celestial. La primera se gloria en sí misma y la segunda en Dios […].»[4]
Como en toda lucha, el ejército combatiente
debe estar unido y revestido de las armas convenientes. Las armas ya las
tenemos: la unidad en la Fe y en la Caridad, inteligencias lúcidas y voluntades
firmes. Creemos que hay varias en esta Patria chica. Sólo debemos darnos cuenta
de que cuando nos unimos en la Verdad de Cristo es cuando más dejamos que Él
actúe. No sea que Cristo quiera conseguir varias victorias más y por causa de
nuestro orgullo, pereza o separatismos, dejemos de hacer que sea Él quien
Reine.
“¡Dulcísimo
Jesús, Redentor del género humano! (…) Sé Rey de aquellos que, por seducción
del error o por espíritu de discordia, viven separados de Ti; devuélvelos al
puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo
rebaño bajo un solo Pastor. “[5]
[1] Nótese que no lo decimos nosotros. Lo decía la gente en el kilómetro
cero de nuestra Ciudad cuando se les preguntaba acerca de lo que pensaba.
[2] Un dictamen es un instrumento que contiene una fundamentación desde el
aspecto jurídico, y que tiene como fin instruir a aquellos que deben dar su
consentimiento o no sobre un aspecto determinado. Los dictámenes no son
vinculantes, es decir, no obligan a que quienes deben manifestar su voluntad lo
hagan necesariamente en el mismo sentido. Podría suceder que el dictamen
propusiese un rechazo y que luego, alguno de los concejales hubiese votado por
la afirmativa.
[3] Los miembros del Concejo son doce, pero el concejal Serra se ausentó por
motivos personales.
[4] San Agustín, “La ciudad de Dios”, cap. XXVIII
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